miércoles, 23 de octubre de 2013

LA FORTALEZA

-LA FORTALEZA-

         

Permanecía obediente en su puesto; Su mirada se perdía en la oscuridad y un silencio sepulcral estaba presente en el corredor, aún así, el guardián estaba alerta a cualquier sonido o movimiento que se produjera dentro o fuera de la fortaleza.
                El guardián a menudo se preguntaba si realmente era necesaria su labor en aquel lugar, puesto que ningún habitante del reino se atrevía jamás a entrar en aquel recinto cerrado. La Fortaleza era un bloque sólido de Ónix, un edificio de absoluta oscuridad, sin ventanas que dejaran al sol iluminar aquel lugar, como si ésta pudiera desvelar algún secreto desconocido que el edificio escondiera. Pero era lo que la Fortaleza albergaba la verdadera causa del respeto y temor de la gente, eran las sombras que en él habitaban, los llamados “vengadores”. Personas más frías y oscuras que los corredores tenuemente iluminados de aquel recinto.
                De repente, unos sonidos alertaron al guardián, que se dirigió hacia la puerta preguntándose quién podría ser, quién podría haber reunido las fuerzas suficientes para acercarse hasta aquel lugar. Antes de abrir la puerta, el guardián se puso su capucha, igual de negra que sus vestimentas. Fuera era de noche, había luna llena, y la claridad de ésta era suficiente para causar dolor en sus viejos ojos. Posó su blanca mano en el pomo y abrió silenciosamente la puerta de la entrada, y entonces recordó por qué era necesaria su labor…
                Al final de los escalones se hallaba desfallecida una pequeña niña de no más de ocho años. Su aspecto era verdaderamente deprimente, su largo y rizado cabello estaba descuidado y enmarañado, su vestido totalmente destrozado, y sus pequeños pies heridos debido a los desgastados zapatos.
-Pobre huérfana- pensó el viejo- desde cuán remoto paraje ha debido de venir andando.
                Entonces tocó la campanilla del interior, su sonido atroz rompió el silencio, y al de poco dos figuras aparecieron al final del pasillo, andando como autómatas, y detrás venía una sombra.
-Es una niña- comentó el guardián a la sombra- parece ser que está exhausta, pobrecilla..
                La sombra miró al guardián un instante, pero en seguida pasó por alto aquella expresión de debilidad. Era normal, el viejo era el único que tenía contacto con la vida mundana en aquel lugar. Pero la sombra, cuando se acercó a la niña y contempló su rostro lleno de surcos de lágrimas y unos ojos ya fríos, sin vida, sin expresión, también se apiadó de ella.
-Cuánto dolor tiene… Será una buena servidora de nuestra hermandad- se dijo satisfecha.
                A una orden de su mano las dos figuras se acercaron a la niña y la alzaron mecánicamente. Sus movimientos actuaban con rapidez y se introdujeron en la fortaleza seguidos por la sombra y por el guardián que cerró presuroso la puerta tras él.
-Madre superiora…- llamó el guardián- ¿Cuándo acabará?- La enlutada sombra se dio la vuelta y miró fijamente al guardián.
-Cuando la venganza ya no sea necesaria, hermano. Cuando nuestros servicios no sean imprescindibles.
-Eso… eso no pasará nunca- musitó.
-Exacto- respondió la mujer con su voz inexpresiva- mientras haya siempre una injusticia, será necesaria la venganza.
                El guardián bajó la cabeza, conforme con esa respuesta, pero nada satisfecho con esa verdad.
-No os preocupéis por ella- dijo la mujer-  los muertos la cuidarán, se pondrá bien, como los demás.
                Y retomando su camino, la madre superiora se adentró en las sombras, seguida por los dos autómatas que portaban a la niña. El guardián les siguió con la mirada hasta perderlos de vista, y tras un suspiro volvió a ocupar su puesto, en espera de la llegada de otro huérfano en busca de amparo, donde sería educado con la sed de la venganza; venganza hacia aquellos que mataron a sus progenitores.

I
            Mielania abrió los ojos. ¿Realmente los tenía abiertos? Alrededor suyo sólo reinaba la oscuridad, pero entonces se abrió la puerta y la luz de una vela le corroboró que los tenía abiertos. Un hombre de aspecto fantasmagórico se le quedó mirando, y al instante salió otra vez. Momentos después, una mujer entró con ropa y agua; depositando una vela junto a la mesilla, empezó a asearla.
-¿Dónde estoy?- Preguntó Mielania, pero no obtuvo respuesta. Extrañada, miró a la mujer, y entonces se dio cuenta, la mujer estaba muerta. La piel cenicienta, su ojos vacíos que miraban a la nada, su olor rancio y sus mecánicos movimientos afirmaron esta conclusión.
-Entonces… por fin he llegado a la fortaleza- pensó Mielania- ¿Cuántos huérfanos habrá?, ¿Será verdad todo lo que cuentan?
                Una vez aseada y vestida con un vestido negro, típico color de la orden, el fantasmagórico hombre apareció de nuevo.
-Sígueme- le dijo.

                Mielania, obediente, siguió a aquel hombre por innumerables pasillos, la leve luz de la vela que portaba apenas iluminaba su camino, y pronto Mielania perdió el sentido de la orientación. Finalmente llegaron frente una puerta ante la cual se detuvieron. El hombre llamó, y una voz femenina dio permiso para entrar. El hombre abrió la puerta y se asomó.
-Madre superiora, aquí la tenéis, como ordenasteis.
-Bien, que pase. Entonces el hombre se apartó y dejó paso a Mielania.- Os podéis ir, hermano.- Ordenó la mujer. El hombre cerró la puerta tras de sí dejando a Mielania sola en aquel despacho. –Buenos días.- Dijo la mujer sin alzar la vista de unos papeles que leía con interés.
                ¿Bueno días?, y entonces Mielania se dio cuenta de que no había visto ninguna ventana. Era imposible saber en aquella penumbra si era de día o de noche, si fuera llovía o si hacía sol, si la vida seguía en el mundo o se extinguió. Mielania miró el despacho; era un cuarto sencillo, sin decoraciones, los muebles eran escasos, varias estanterías repletas de libros y archivos y algunos candelabros que iluminaban lo suficiente. La mesa donde la madre superiora leía atentamente, y una silla enfrente de ésta.
-Siéntate- ordenó la madre superiora señalando la silla sin apartar la vista de los papeles.
                Mielania obedeció y se sentó frente a la mujer, en realidad el aspecto de ésta no era nada agradable. Tenía el cabello largo y albino, su piel era tersa y blanca, pero su rostro, al igual que sus manos, eran extremadamente huesudos. Sólo algunas arrugas quitaban la apariencia de cadáver que la mujer daba. Unos ojos pequeños, hundidos, de un negro azabache profundo estaban absortos en lo que leía. No sabía cuánto tiempo pasó, pero le parecieron interminables, hasta que al fin la madre superiora alzó los ojos hacia ella y dejó los papeles.
-veo que tienes paciencia…
-Mielania- le aclaró la niña.
-Veo que tienes paciencia Mielania, y que eres obediente- siguió la madre superiora- Dos virtudes poco frecuentes y que sin duda aprecio mucho. Te encontramos hace dos días totalmente desfallecida, seguramente por el largo recorrido que tuviste que andar.- Mielania asintió- Bien, me alegro de veros en buenas condiciones.- La voz de la mujer era inexpresiva y profunda, al igual que el rosto de la muerta que la aseó- Pero antes de que ingreses en nuestra orden, he de preguntaros si realmente sois huérfana.
-Sí…- musitó- Mi padre…
-¡No!- le cortó la mujer enérgicamente- No has de dejar que tu pasado se desahogue, se escape de tu boca. No la cuentes, almacénala en tu interior, acuérdate de ella, del dolor que te causa y déjala que te haga fuerte.
                Entonces Mielania empezó a recordar. Volvió a correr hacia su casa en busca de su padre con las flores que recogió del campo. Volvió a ver a los jinetes cerca de su casa. Volvió a esconderse tras unos arbustos, y volvió a contemplar a su hermana pequeña tendida desnuda y muerta en el suelo junto a su padre que estaba llorando por su vida. Y volvió a ver la espada atravesando el corazón de su padre. Entonces, en lo más hondo de su alma, grabó la cara de angustia, horror e impotencia de su padre ante su inevitable destino. La misma cara que deseó ver en el rostro del asesino.
                La madre superiora contemplaba a Mielania escrutando cada rasgo y cada expresión. Disfrutando cómo el odio transformaba aquel rostro infantil. Un hermoso pelo oscuro rizado resaltaba unos ojos turquesa brillantes. La cara era alargada, pero no en exceso. Su nariz estilizada terminaba encima de unos labios carnosos y bien delimitados. Su tez todavía conservaba el color del sol, que sin duda desaparecería con el transcurso de los años en la sombra. Era alta y delgada, pero no era débil. Sus brazos y piernas tenían carne. Sería una bella mujer.
               
La Madre superiora contempló cómo cambiaba el rostro. Ante los dolorosos recuerdos sus ojos apagaron el brillo y la mirada inocente; parecían ahora dos lagos de agua estancada, pero no derramaban ninguna lágrima. El rubor de las mejillas desapareció, y allí donde las arrugas de la risa tenían su lugar, la piel se tersó. En realidad ahora parecía una estatua fría, cuyo rostro le cuesta moverse para demostrar cualquier gesto.

-Bien- dijo la mujer, satisfecha- Ahora he de preguntarte si deseas ingresar en nuestra orden. Supongo que sí, ya que si has acudido a nosotros es porque no tienes quien te cuide.- La niña asintió- añadiendo, supongo, que ahora desearás vengarte.
-sí- contesto Mielania firme, su voz infantil desapareció, el dolor era tan grande que eliminó cualquier vestigio de la niña que era.
-Mielania… ¿Entonces queréis acceder voluntariamente a nuestras filas?
-Sí, madre superiora.
-De acuerdo- La mujer esbozó una tétrica sonrisa, la cual era más aterradora que la visión de los muertos vivientes, era una sonrisa de triunfo, de triunfo por haber conseguido una seguidora más.- Entonces os explicaré las normas y el funcionamiento que rigen en esta casa… La primera norma: Las risas, el llanto y los juegos están prohibidos. Los sentimientos son muestra de debilidad y tienen relación con la vida. Aquí sólo se permite el dolor. La segunda norma: Está prohibido salir de esta casa sin permiso. Puesto que ha sido la muerte la que te da la fuerza de la venganza, no está permitido ningún contacto con la vida. La última norma, finalmente: No, y repito, no se ha de contar el motivo que te ha traído aquí. A nadie le tienes que comentar nada de tus recuerdos. Tu vida murió en el momento en el que internaste en nuestra orden.
                Mielania la miró de par en par. Estaba viendo que su vida, a pesar de estar en contacto con otras personas, iba a ser muy solitaria.
-Tu instrucción- prosiguió la madre superiora- estará a cargo del hermano Rikvik, al que ya conoces, es el que os ha acompañado hasta mi presencia. En este piso se encuentran los aposentos de los más jóvenes; todo, al igual que tu, son huérfanos. En el piso de arriba, el tercero, están las aulas, donde se impartirán las clases, que por cierto, son individuales. En el mismo piso se encuentra el comedor. En el cuarto y quinto piso están los aposentos de los tutores y de los vengadores ya diplomados, o mejor dicho, Nigromantes. Y en el sexto piso están la biblioteca, la sala de reunión, y por supuesto, mis aposentos. Sólo se puede acceder con permiso, y a mis aposentos en caso de que ocurra algo urgente.
Mielania escuchaba atentamente, pero algo no cuadraba.
-Madre superiora…- dijo la niña- si este es el segundo piso… ¿Qué hay en el primero y en el bajo?
-En el primero se encuentran los aposentos, o mejor dicho, los almacenes donde se encuentran nuestros muertos sirvientes.
-¿Y en el bajo?
-En el bajo solo está la despensa y el acceso al exterior. Pero el guardián no deja salir sin permiso. Se me olvidaba comentarte que como infrinjas cualquier norma, el castigo será inimaginable. Si intentas escapar, lo tendrás muy difícil. Como bien habrás visto, sólo hay desierto a nuestro alrededor, y el único pueblo está a media hora, habitado por muertos.
-¿Muertos? ¿y al aire libre?
-Sí, cosechan para nosotros y no dan tantos problemas como los vivos. Es muy efectivo. Bien señorita, ahora te diré el horario que tendrás. A primera hora se desayuna en el piso de arriba, si llegas tarde serás castigada. De segunda a quinta hora tendrás tus clases donde aprenderás la Nigromancia, el uso de la magia y la preparación de pócimas. A sexta hora se come. A séptima hora se descansa, puedes recorrer el edificio o relajarte, pero sólo tienes acceso por el segundo y tercer piso. Desde la octava hora hasta la decimosegunda tus clases serán de Nigromancia otra vez, de meditación y del arte de contactos, donde aprenderás a hablar con los espíritus de aquellos que han muerto. A la hora decimotercera se descansa y se cena en la siguiente hora, después de esto te dirigirás a tu aposento, si tras el toque te encuentras fuera de tus aposentos, serás castigada, al igual que si faltas a cualquier horario. Tu instrucción finalizará cuando cumplas los veinte años, y tras tu instrucción tendrás que realizar unos trabajos para nosotros, en parte para coger práctica para la ejecución de tu venganza con efectividad, y en parte para que nos devuelvas todo lo que nosotros te proporcionamos. Tras tu trabajo seguirás con nosotros, ya que accediste “voluntariamente” a ingresar en nuestra orden. Si desertas o desobedeces, mandaré buscarte, y créeme, el castigo no será nada agradable, porque te convertirás en una fiel sirvienta sin vida, eternamente. Como todos aquellos que han sido nuestras víctimas.- La mujer tocó una campanilla- Podéis iros.
                Mielania, asustada por todas las normas y la rigurosa disciplina que le habían comentado, tardó unos segundos en levantarse y dirigirse a la puerta.
-Ah! Se me olvidaba- Le dijo la mujer antes de que saliera por la puerta- Tendrás que adoptar otro nombre y olvidarte del que tienes. Es una muestra de que tu vida murió al entrar en esta casa. Además, si quieres que tu venganza se vea realizada, tu víctima, por supuesto, no ha de saber quién eres hasta el momento de su muerto; si no, podría escapar. Tienes todo el tiempo que quieras hasta que encuentres el nombre con el que te sientas identificada, como yo por ejemplo, que me podéis llamar Madre Destino. Hasta que adoptes un nuevo nombre, sólo te llamarás Hermana. Y ahora, podéis iros…
Mielania salió por la puerta donde le esperaba el hermano Rikvik, que le dijo que tenía una hora hasta la comida. Mientras Rikvik la acompañaba a sus aposentos, Mielania ya tenía decidido el nombre que le acompañaría toda su vida, el nombre que poco a poco arraigó como el odio que nació en ella…

II
“…Por tanto, en la unión de estas dos runas, la conservación de los cuerpos se hará efectiva. Estas runas han de estar marcadas en el cuerpo a conservar, de esta manera la descomposición tardará años en efectuarse. Hasta aquí es todo lo que se sabe de las runas. Antiguamente había runas más poderosas, y gente que podía usar su poder en una fase más avanzada, escribiendo en el aire. Actualmente, nuestros conocimientos son sólo los básicos y han de estar escritos sobre materia. De todas maneras, si existen más runas y personas que las puedan utilizar, hace tiempo que desaparecieron de nuestro mundo. Resumiendo, nuestro conocimiento es muy básico.”
                Cansada de leer, se alegró de que el libro hubiera acabado. La verdad es que el tema de las runas le encantaba, puesto que no estaba investigado en todo su campo. Este libro era el más aburrido, ya que el autor únicamente comentaba todo lo que ella sabía, así que le resultó ser simplemente un repaso. Se levantó de su silla con el libro en las manos y volvió a dejarlo en la estantería. Las únicas runas que hoy en día existían en el mundo de Xanthe era de poder sobre los muertos, y sólo lo usaban ellos. Era lo que los diferenciaba de los magos. Ambos conocían la magia y las pócimas, pero era propiedad exclusiva de los nigromantes el uso de las runas y los contacto; además, ¿por qué se deberían de interesar los magos sobre las artes de la muerte si lo que les interesaba era el dominio de la vida? Ambos usaban la magia, ambos eran “mercenarios”. Los magos trabajaban para asuntos del estado a cambio de grandes cantidades de dinero. Ellos trabajaban para el pueblo a cambio de la voluntad y los cuerpos. Y ambos eran temidos por la gente. También se respetaban mutuamente por que no se inmiscuían en sus asuntos. Cuando hacía falta ejecutar a alguien, mandaban a los vengadores; el resto, lo que es el orden o el interrogatorio, corría a cargo de los magos.
                La mujer miró todos los libros que había en la biblioteca, los había leído ya todos. Y los espíritus se negaban a contestar a la multitud de preguntas que se formaban en su cabeza. ¿Qué esconderían? Estaba como al principio.
-¿Hermana Destello?
                La joven se sobresaltó, tan absorta estaba en sus pensamientos que no oyó acercarse a nadie, aún así no dio ninguna muestra del susto. Se dio la vuelta y miró al hombre.
-¿sí, hermano Rikvik?
-La Madre Superiora solicita su presencia en el despacho.
-Bien, decidle que ahora voy…
-Es urgente, hermana.
-está bien, está bien…
                Salió de la biblioteca y bajó las escaleras que se situaban en mitad del pasillo. Cruzó el segundo piso; frente al comedor Destello vio a una niña de pie, de unos ocho años, mirando hacia el pasillo. Estaba castigada. Se acordó de la primera vez que llegó tarde al desayuno por quedarse dormida; estuvo todo el día de pie como esa niña, sin comer, y mirando hacia la puerta, contemplando cómo el resto comía. No volvió a llegar tarde nunca más. No le costó amoldarse a la disciplina de la casa, además fue la mejor estudiante ya que se diplomó con una excelente nota. De hecho, los trabajos que le encargaron después eran sencillos y los realizó con rapidez y limpieza, por eso la Madre Superiora le solía encargar trabajos con mucha frecuencia.
                Destello se paró frente a la puerta. Llamó y acto seguido la abrió.
-Madre Destino, ¿solicitabais mi presencia?
-Ah, sí, Destello, entra y sentaos por favor.
                La joven obedeció, sentándose en frente de la mujer. La Madre Superiora estaba observando unos papeles que en seguida se los pasó.
-Esta es tu nueva misión, hermana. Tómate tu tiempo para estudiarlo con atención, si quieres.
                Destello empezó a leer los informes atentamente, era una misión fácil. Una joven que había huido y…
-¿A un mago?- preguntó sorprendida.
-Sí, te mando para que investigues lo sucedido y averiguar cómo lo ha hecho y con qué métodos; en cuanto lo averigües mándame el informe y te diré lo que has de hacer. Puedes ir a preparar el viaje y coger lo que necesites. Recuerda, en cuanto averigües lo ocurrido y el método que utilizó, infórmame INMEDIATAMENTE. Encontrarás emisarios en Askam y en las aduanas de las fronteras. Como ves, es una misión sendilla- Destello asintió- podéis iros hermana.
                Destello cogió los documentos y se retiró; al salir el hermano Rikvik entró seguido. La joven se dirigió hacia su aposento donde se aseó y se vistió con un largo vestido negro entallado. Cogió un pequeño petate y metió otro vestido, dos cuadernos, uno para sus notas y otro para la información obtenida. Agarró los documentos y el permiso de salida y metió el resto. Se calzó, se vistió con su capa y se dirigió a la puerta, pero se paró de golpe. Algo, una voz le estaba hablando.

-Mantén… Mantén los ojos… Mantén los ojos bien abiertos….


4 comentarios:

  1. Es interesante. ¿Esta desarrollado en el mundo que me comentaste?

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  2. sip, aquel que inventamos hace 12 años una amiga y yo ;)
    Desde entonces ni lo he retocado ni nada, y se nota... se nota mucho

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  3. Hey, está chulo. Nos e me había ocurrido ver a los Nigromantes como una especie de inquisidores.

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  4. se me ocurrió que eran los mejores asesinos/vengadores. Imagina, hablan con los muertos, por lo tanto saben quién les ha matado, y luego encima usan a los que ejecutan como zombi-sirvientes. Muahaha. MIEDOOOO

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